miércoles, 2 de octubre de 2013

Personas-piedra


Me considero una pésima escritora.

Lo he intentado, numerosas veces, he intentado volcar palabras y más palabras de mi mente para crear algo. Y casi siempre he dado con el mismo resultado. Nada interesante. Nada significativo para un desconocido.

Las palabras que se encadenan con fuerza en mi cabeza siempre tienen que ver con las emociones. Porque a pesar de ser una pésima escritora, soy una rica y loca alma emocional. Supongo, como todo artista, o mejor, dejémoslo en creador.

Las personas centran mis latidos, mis recuerdos, y mis sueños. Quizás es un inconveniente, ya que es algo recurrente (parece mentira, pero las personas repetimos errores y aciertos sin parar), pero también es una ventaja, por el ingentemente grande mundo interior que tenemos.

No puedo evitar escribir dejando de lado las emociones humanas, al igual que no puedo evitar dibujar una mirada sobre el papel cada vez que tengo un lápiz a mano. Sin embargo, el otro día mi soporte cambió, y una pequeña piedra se convirtió en una espectadora silenciosa que me hizo pensar en lo que a veces veo, y de lo que a veces siento cuando pienso en las personas.

Existen personas que en realidad son piedras.

Empezaron un día, sin darse cuenta, ocultando una emoción, siguieron ocultando una vergüenza, y cuando ocultaron un miedo, ya era demasiado tarde. Ni siquiera creo que sean conscientes de que un día sus pieles empezaron a endurecer, convirtiéndose en un reflejo de su coraza, mucho más dura que cualquier mineral.

No creo que sea un proceso irreversible, creo que las personas-piedras pueden convertirse en lo que un día fueron, pero si tienes la mala suerte de cruzarte con ellos en el momento en que son piedras, tu cuerpo y tu mente no recordarán un dolor ni remotamente parecido.

Puedo afirmar, casi con total seguridad, de que todos nos hemos cruzado con personas-piedra en esos momentos de sus vidas en que más daño hacen. Supongo que es algo normal, casi todos hemos necesitado a veces endurecer nuestra piel para evitar que nos hagan daño otras personas-piedra, convirtiéndonos sin darnos cuenta, en uno de ellos.

Y si, me considero, además de pésima escritora, un fracaso convirtiéndome en persona-piedra.

No es que lo necesite, por suerte, (y toco madera), pero en algún otro momento de mi vida, hubiera sido genial tener la capacidad de crear una coraza instantánea, que me librara de todo golpe y todo desasosiego. Poder observar el dolor como una experiencia ajena, que no me salpicara, que no me afectara. Poder experimentar las emociones sin turbarme ni por un sólo instante.

¿Así empiezan las personas-piedra?

Puede que sea así, o no. Quizás no me gusten las personas-piedra. En realidad, no me gustan ni un poco.

Sin embargo si me gustan las piedras-persona, como esta pequeña observadora de ojos dorados y pelo fucsia.

La próxima vez inundaré todo de color, y no de palabras.

Lo juro.

2 comentarios:

Buenos días. y por si no volvemos a vernos: buenos días, buenas tardes y buenas noches.