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Corrían los tiempos en que el €uro aún no estaba vigente cuando conocí a P un día cualquiera en una sala de chat sobre Manga. Enseguida congeniamos y nos hicimos ciberamigos. No existía Facebook, ni siquiera Gmail, Messenger no tenía apenas emoticonos y mIRC era un sistema de comunicación de última moda, aunque extrañamente negro y fluorescente. Pero P y yo siempre nos comunicábamos, ya fuera mediante correo electrónico o mediante correo postal.

Nos veíamos en persona en el Salón del Manga, compartíamos nuestras aficiones e inquietudes, y siempre intenté ayudarle en todo lo posible. P siempre me apoyaba, era como el hermano mayor que me hubiera defendido en el colegio, el que siempre habría estado ahí.

Durante años, nuestra relación ha ido creciendo de la misma manera en que nosotros lo hacíamos, P siempre ha estado presente en cuerpo o en alma en los momentos importantes de mi vida, en los buenos y en los no tan buenos. Yo también he logrado estar en los suyos, compartiendo su felicidad y su desdicha.

Por eso, cuando conocí a I supe que P ya no tendría más desdicha en su vida. Era su niña imantada, la chica más increíble que P podía tener al lado, y cuando pude abrazar a ambos hace un par de años en una estación, me dí cuenta de que estaba asistiendo a uno de esos momentos importantes en la vida de P. En el momento de encontrar a su otra mitad, el momento de no tener que buscar más.

Hace un tiempo I y P quisieron que fuera partícipe de un momento importante en sus vidas, que a su vez, es un momento importante en la mia. Gracias a ambos por depositar siempre tal confianza en mí, esta imagen es una pequeña muestra de algo que he hecho para ellos, que no puedo mostrar aún, pero que ha sido mi pequeño regalo de boda.

Gracias a P por esta más que década de amistad y a I por la década y más que está por venir.

Vais a ser los novios más bonicos.